¿No deberíamos saber que los partidos de extrema derecha han aprovechado las crisis sociales en el pasado para llegar al poder?
Esto no será diferente en la catástrofe climática. Fenómenos climáticos extremos, hundimiento de las aguas subterráneas, malas cosechas y alimentos cada vez más caros: se trata de nuestra existencia.
La catástrofe climática afectará primero y con más fuerza a las personas que menos la causaron. Las zonas en las que ahora vive gran parte de la humanidad corren el peligro de volverse inhabitables. Se trata de sufrimiento y muerte para miles de millones de personas.
Todos los días la gente del Sur Global tiene que huir. Muchas personas no tienen otra alternativa que trabajar duro en condiciones que violan los derechos humanos para extraer recursos para nuestra prosperidad.
Los políticos alemanes no reconocen nuestra responsabilidad en esto. Toleran la violencia sistemática contra las personas en la frontera exterior de la UE. Solíamos criticar a Trump por construir un muro. Hoy Europa es una fortaleza detrás de alambre de púas.
Nos encontramos en una encrucijada. Es hora de mirar honestamente hacia el futuro. Por admitir que es posible un renovado fascismo en Alemania si no cambiamos de rumbo. Un mundo de crisis y condiciones de vida adversas proporciona un caldo de cultivo para el fascismo. Es hora –también debido a nuestra responsabilidad histórica– de afrontar esto de manera coherente.
Debemos abordar juntos la injusticia social insostenible y la catástrofe climática.
El gobierno impone un precio al CO2 y no lo devuelve a los ciudadanos como dinero climático. El precio del CO2 encarece las necesidades más simples, como calentar la vivienda. Los más pobres de nuestra sociedad y la clase media deberían ahorrar. Ya no pueden permitirse el lujo de tener energía. A los ricos, que son los que más consumen, no les importa el aumento de los precios.
¡El ahorro de energía no se puede solucionar únicamente con aumentos de precios! Se trata de una cuestión de justicia y, por tanto, de un racionamiento justo que ponga un límite al consumo excesivo de los ricos.
Si el agua escasea, no permitamos que el precio suba hasta el infinito para que algunos ya no puedan darse el lujo de beber mientras otros riegan su césped.
¿Por qué a algunas personas se les permite poseer cada vez más casas mientras que otras tienen que vivir en las calles? Esto recuerda al Monopoly. Necesitamos dinero para todos, por eso los superricos tienen que dar algo: un impuesto sobre el patrimonio. Por fin reparar y ampliar la red ferroviaria, aislar casas, renaturalizar páramos, tantas cosas son posibles que aportan algo a todos en lugar del lujo de unos pocos.
Es una ilusión que todo se puede solucionar mediante la tecnología. Ya es hora de decir la verdad incómoda: algunas cosas que hoy se dan por sentado deben llegar a su fin. Si queremos proteger nuestros medios de vida, el gobierno debe cerrar de manera justa la industria aérea, especialmente los jets privados y los vuelos nacionales. Otras cosas no pueden seguir existiendo con su tamaño actual, como por ejemplo la industria automovilística y la química.
Estos desafíos son tan grandes que los políticos los evitan y continúan enviando jóvenes a capacitarse para industrias que no tienen futuro. Hay iniciativas de la sociedad civil que demuestran que el reciclaje es posible. Por ejemplo, las personas pueden aprender a instalar energía solar en unas pocas semanas. Pero para abordar estos desafíos, primero debemos escuchar las voces de aquellos más directamente afectados por los impactos.
Necesitamos un debate honesto. Sólo cuando las partes dejen de contar viejos y cómodos cuentos de hadas y digan lo que está en juego podremos afrontar los desafíos de nuestro tiempo. La mayoría no quiere que se destruya el futuro de nuestros hijos. La mayoría quiere una sociedad justa. Una sociedad que no sólo habla de sus valores en los discursos dominicales, sino que actúa de acuerdo con ellos.
Por eso, la sociedad civil y, en particular, nuestro presidente federal, Frank-Walter Steinmeier, están llamados a aportar honestidad a nuestro debate democrático.
Con la mano en el corazón. Es hora de ser honesto.
